Respira mientras tengas pulmones. Hazlo y no dudes en ello, porque no habrá manera de hacerlo cuando te falten.
Disfruta y sonríe mientras que haya sol, porque por mucho calor que haga, por muchas veces que resoples y te seques el sudor con el filo de la camiseta, la luz y su enfoque desmedido son los que te hacen ver. Que ya habrá tiempo de escribir letras similares a estas escondido bajo las sábanas mientras fuera llueve.
Ama con toda tu alma, incluso puedes hacerlo con la yema de tus dedos. Si hay algo que te hace estremecerte y querer abrazar hasta dejar sin respiración, deja de pensar en un futuro, deja de moverte por sitios donde no conoces un camino correcto pero donde, sin embargo, planeas explorar por emociones fugaces y sigue amando, sigue extrangulándole al verle.
Sueña con la salida, con el último aliento mientras todos te miran y mientras esa sensación de adrenalina, que se mezcla con el cansancio, llega a su límite.
Llora, mucho, tanto que los ojos hinchados no te dejen dormir, para así darte cuenta que las soluciones están ahí fuera y no en ese rincón tan oscuro de tu habitación.
Pero sobre todo, sonríe, porque una sonrisa es la acción con menos dificultad que un ser humano puede ejecutar, y no solo eso, si no que una sonrisa es la muestra de que los problemas son actores secundarios y que el verdadero protagonista de tu vida
eres tú.
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